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Blog Al Encuentro • 26/10/23

CÉSAR

En el vigésimo aniversario del Proyecto Levántate y Anda de la Cáritas de San Vicente Mártir.

Blog Al Encuentro • 26/10/23
CÉSAR

En el vigésimo aniversario del Proyecto Levántate y Anda de la Cáritas de San Vicente Mártir.

Noviembre de 2003. Fría mañana de otoño. Un joven de unos treinta años camina, medio desnudo y descalzo, por Marqués de Paradas. Un voluntario de la Cáritas de San Vicente, que se encuentra en ese lugar haciendo sus tareas diarias, se cruza con él, le ofrece unos zapatos y, mientras va a buscarlos, el joven desaparece.

Días después, terminada la acogida en la parroquia, un voluntario dice a otro: «Sé dónde duerme aquel chico, ¿vamos?». Y, puestos en camino, encuentran al joven en el portal de un comercio, en la misma calle de la otra vez, preparado para dormir en el suelo de mármol, sin más protección, con una cajita vacía de galletas por almohada.

Los voluntarios habían oído que un enfermo mental que, según tenían entendido, se llamaba José Luis, se movía por la zona. Al encuentro con el joven de esta narración, le saludaron con un «Buenas noches, José Luis», a lo que respondió sonriendo: «Yo no soy José Luis, soy CÉSAR». «Pues buenas noches, César, ¿quieres una manta?». César asiente y le advierten: «Pero no te vayas».

Al rato vuelven con unos cartones para el suelo, la manta y algún alimento. No se pudo saber qué representaban aquellos cartones para César, pero lo cierto es que hubo que alejarlos del lugar, porque el joven diciendo «no, no» los miraba con miedo...

Se había entablado la primera conversación, inicio del vínculo que seguiría luego.

Al día siguiente, en palabras de uno de aquellos voluntarios, «César estaba por un lado y la manta por otro». Al cabo de los días había varias mantas en diferentes puntos del barrio. No dobladas, ni abandonadas tal como habrían quedado al destaparse, sino depositadas como montículos. Posteriormente se supo que era la forma en que César las guardaba para ir a buscarlas luego.

Era evidente que lo que necesitaba este joven, quien a simple vista se percibía como afectado por una patología mental, no era una visita ocasional para proporcionarle algo de calor y alimentación, sino algo más.

Desde ese momento, se comenzó a visitarlo cada noche, pudiendo comprobar que había en la calle «muchos César» pernoctando entre cartones, necesitados de casi todo, especialmente de que se les hiciese visibles. Eran «nuestros vecinos de la calle».

Ante aquella realidad de personas en situación de sin hogar, desde nuestra Cáritas de San Vicente Mártir se estableció comunicación con Cáritas Diocesana para recibir una debida orientación que permitiese intervenir, del modo más adecuado posible, en esa dura realidad, conscientes de nuestra pequeñez humana y de recursos.

Enseguida fuimos conscientes de que estas acciones que se pretendían realizar debían ir encaminadas a que estos ciudadanos hiciesen uso de sus derechos y utilizasen los servicios públicos existentes, en aquellos tiempos muy incipientes, con los que, desde el primer momento, se comenzó a colaborar.

César, después de un tiempo, desapareció de nuestro entorno y se le encontró en la barriada de la Huerta de la Salud, donde se le siguió asistiendo, acompañados de una familia residente en la zona a la que preocupaba la situación de ese joven enfermo. El padre se incorporó activamente a nuestra Cáritas, y la madre y las hijas, entonces muy pequeñas, también prestaron gran ayuda en todo momento.

Muchas anécdotas se podrían compartir. Sólo como muestra siguen estas dos que permitirán conocer la calidad humana de este joven sin hogar. 

Alguna noche fría, cuando veía llegar el coche a la Huerta de la Salud, se acercaba y decía: «No te bajes, no te bajes, que hace mucho frío». ¡Y él... en la calle!

En un bar de la zona desde el que prestaron un gran servicio a las intervenciones que se iban realizando con él, le llamaban «el niño del vasito de leche. al preguntarles el motivo, nos preguntaban que cada mañana llegaba y solicitaba un vasito de leche, dejando en el mostrador los céntimos que llevase.

Siguieron meses, años: Cáritas Diocesana, Defensor del Pueblo Andaluz, Delegación de Salud, Unidad de Rehabilitación de Salud Mental, Servicios de Calle del Ayuntamiento, ingresos y salidas rápidas de la Unidad de Salud Mental hospitalaria... Todo ello hasta la admisión e ingreso de César en el Centro Asistencial de los Hermanos de San Juan de Dios en Casabermeja (Málaga), donde recibió un tratamiento integral durante más de un año.

Y así fue perfilándose el Proyecto «Levántate y Anda», con la asistencia de Cáritas Diocesana, de los párrocos de San Vicente Mártir y de tantos voluntarios sensibles a la realidad de las personas en situación de sin hogar.

César, después de recibir su largo e integral tratamiento , volvió a Sevilla y volvió a la calle, aunque inmediatamente regresó a Casabermeja y seguidamente a la Comunidad Terapéutica de Los Bermejales, en nuestra ciudad, desde la que, transcurrido un tiempo, fue a vivir a los pisos tutelados de FAISEM, donde estuvo atendido y cuidado.

En uno de estos pisos falleció el pasado mes de enero tras un proceso oncológico. Ya habrá recibido el abrazo de Dios y el de Nuestra Madre, y estará intercediendo por cuantos atraviesan situaciones como las que él vivió.

¡GRACIAS, CÉSAR! Hiciste realidad el sentir de los párrocos y voluntarios de aquellas fechas, así como el de todos los sacerdotes y voluntarios que han pasado desde entonces por la parroquia de San Vicente.

Citando sólo a los dos primeros.

Don José Rodríguez, párroco que al final de los años noventa renovó la estructura interna de nuestra Cáritas parroquial, dotándola de medios humanos y económicos para una nueva andadura. En la visita que recibió por aquel entonces de un candidato a la Alcaldía, al contestar a su pregunta de qué pediría si él llegaba a ser alcalde, le respondió: «Un albergue muy grande en el que quepan todos los que están en la calle».

Siguió en este servicio a la Iglesia y a Cáritas don Francisco Ortiz, quien observando a las personas sin hogar que se encontraban en los alrededores de la parroquia, encargó a los voluntarios elaborar un pequeño censo. Este fue el inicio de este proyecto cuyo vigésimo aniversario conmemoramos.  Sus iniciativas y apoyo fueron siempre incondicionales.

Gracias a ellos y a cuantos párrocos –presidentes de Cáritas- han pasado durante estos veinte años, dando lo mejor de ellos mismos, sosteniendo a los voluntarios y apoyando con iniciativas y acciones diarias este humilde apostolado. Gracias a don Carlos Coloma Ruiz, párroco actualmente, que lidera y comparte cada día las inquietudes y alegrías de este servicio.

¡A MARÍA DAMOS GRACIAS!

Un voluntario.