Cáritas Parroquial de Santa María la Blanca, de Fuentes de Andalucía



Isabel Barcia, directora, publicado en el Boletín informativo número 92

 

La Cáritas Parroquial de Santa María la Blanca es la Cáritas de Fuentes de Andalucía, una población ubicada en pleno corazón de la Campiña sevillana. Tiene algo más de siete mil habitantes y es un pueblo eminentemente agrícola, donde la mayoría de personas que trabajan lo hacen como temporeros en la agricultura.

Hay también una buena parte dedicada al sector servicios: bares, comercios, construcción... Y cuenta también con algunas empresas relacionadas, sobre todo, con el sector primario. De un tiempo a esta parte estamos recibiendo a mucha población migrante procedente de Marruecos, Rumanía y Sudamérica.

El número de habitantes de nuestro municipio facilita que, de una manera u otra, nos conozcamos todos, lo que supone una ventaja para la tarea de nuestra Cáritas. Tenemos que decir también que las personas de nuestro pueblo son muy solidarias y dispuestas a ayudar y colaborar con una causa justa.

La parroquia cuenta con grupos pastorales de catequesis, tanto de niños como de adultos, pastoral de la salud, grupo de limpieza y ornamentación, equipo de liturgia, pastoral familiar, coro, Lectio Divina y Cáritas. Hay seis hermandades, varios grupos parroquiales y un grupo de fieles, por lo que dentro de la comunidad parroquial nos vemos bastante arropados. Nuestra Cáritas lleva funcionando mucho tiempo.

El voluntariado ha ido renovándose y cambiando la forma de trabajar. Contamos con un lugar para reunirnos, atender a los usuarios, tener nuestros archivos y sitio para la recogida de ropa. Antes se atendía a las personas que llegaban a los domicilios de los voluntarios comprándoles alimentos y llevándoselos a sus casas... Más tarde se pasó a pedir y comprar alimentos.

Cuando ya tuvimos un local para atenderlos, citábamos allí a los usuarios para darles la bolsa de comestibles. También contábamos con un ropero donde clasificábamos la ropa, juguetes y otros enseres que nos donaban, y luego entregábamos a los usuarios que lo solicitaban.

Después llegó la pandemia, el confinamiento y el miedo al covid. Aunque continuábamos atendiendo, convencidos de que «LA CARIDAD NO CIERRA», nos dimos cuenta, sin embargo, de que algo fallaba. En ese tiempo, cuando muchas personas se quedaron sin trabajo y sin recursos, nuestra Cáritas no lo notó y seguíamos teniendo el mismo número de usuarios. «¡Algo no va bien!», era lo que algunos voluntarios pensábamos. Y eso se unía a lo que nos decía nuestro párroco, don José Antonio Rivera: «No estáis en la línea de Cáritas de velar mejor por la dignidad de las personas».

Esto hizo que nos planteáramos un cambio en nuestro trabajo. Y, efectivamente, haciendo un ejercicio de empatía, poniéndonos en el lugar de los hermanos que se sientan al otro lado de la mesa, apostamos por dar tarjetas-monedero para que los usuarios puedan comprar los alimentos que necesiten en las tiendas que ellos elijan.

Fue complicado al principio: pedir las tarjetas, tener dinero en la cuenta para poder atender a los gastos, y convencernos a nosotros mismos de que eso era lo mejor... En fin, dificultades que, gracias a Dios, hemos podido ir solventando.

Hemos tenido a nuestro lado a los técnicos de Cáritas Diocesana, que nos han acompañado, resolviendo nuestras dudas y nuestros miedos en todo este periodo; y también a nuestro párroco, que nos apoya, nos escucha y nos aconseja en nuestras dificultades. Otra cosa que hemos hecho ha sido cerrar el ropero, porque pensamos que querer no es lo mismo que necesitar, y a las personas que necesitan ropa o zapatos se les compra. Aún así seguimos recogiendo ropa y la cedemos a Cáritas Diocesana para que la recicle, la prepare y la pueda llevar a las tiendas de Moda Re-.

Actualmente somos doce voluntarias y voluntarios que nos reunimos una vez al mes para tratar los problemas que se presentan, aunar criterios, tomar decisiones, y compartir una merienda, unas charlas y unas risas.

En la acogida, cada martes del año, estamos tres. Los usuarios acuden a nosotros mediante cita. Puntualmente y si el caso lo requiere, abrimos el local a cualquier día y a cualquier hora. Muchos acuden para que les ayudemos, pero muchos otros se sienten mejor cuando los escuchamos y nos cuentan sus problemas. Trabajamos según unos criterios establecidos y, por supuesto, teniendo en cuenta que todas las personas somos iguales, que tenemos los mismos derechos y que todos debemos ser respetados y valorados.

Otro factor que queremos destacar es el convenio de colaboración con nuestro ayuntamiento y las reuniones periódicas de coordinación con la alcaldía, con Cruz Roja y con los servicios sociales. Esto supone un buen avance, porque compartimos información, derivamos usuarios y evitamos la duplicidad de las ayudas.

También pensamos que es esencial abrirnos y llevar nuestra mirada lejos de nuestro entorno, fijarnos y aprender de otras Cáritas, asistir a reuniones para llevar a nuestra Cáritas al siglo XXI. Es esencial participar para aclarar dudas, compartir opiniones, avanzar y no quedarnos anquilosados en el «siempre lo hemos hecho así». Como consecuencia de todo esto son los encuentros con las Cáritas de la vicaría y el arciprestazgo, y la asistencia a las formaciones convocadas por ellos, además de impartirlas a nuestra comunidad parroquial.

Somos conscientes de que todavía nos quedan muchos retos que cumplir, mucho camino por recorrer. Tenemos pendiente la animación comunitaria para concienciar debidamente a nuestro entorno sobre lo que queremos que sea una Cáritas del siglo XXI, una Cáritas abierta a la esperanza, a tender nuestras manos a todos aquellos que nos necesitan, una Cáritas dispuesta a mejorar la calidad de vida de todos los que lleguen a nuestra puerta, una Cáritas que tenga en cuenta a la persona como un ser íntegro, único y valioso. Una Cáritas en la que predomine la justicia, el amor y en la que Jesucristo sea nuestro maestro y modelo a seguir. 

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